( Tomado del perfil en facebook del poeta Ricardo Riveron).
En estos días en que tanto han atacado algunos al poeta Alpidio Alonso, y hasta han pedido su destitución por defender el derecho de una institución a no ser acosada y expuesta como lo que no es, quise escribir un texto para defender su entereza y resaltar sus virtudes. Nada de lo que escribí me pareció superior a la semblanza que ahora comparto y suscribo palabra por palabra. Su autor, Yamil Díaz Gómez, autorizó su socialización en esta red. Gracias, Yamil; gracias Alpidio, por la poesía y por la confianza en la grandeza de la vida.
A UN POETA MAYOR DE MIS ANTOLOGÍAS
Leído en el homenaje al poeta Alpidio Alonso en el Museo de Artes Decorativas de Santa Clara, el 23 de febrero de 2010, auspiciado por la Asociación Hermanos Saíz.
Yo he visto a Alpidio Alonso batirse él solo contra veinte —y no veinte cualesquiera— por defender los derechos de sus colegas escritores. Lo he visto equivocarse honradamente y acertar con idéntica honradez. Lo he visto disfrutar con pureza de guajiro cualquier victoria ajena. Lo he visto —y me ha dolido— sacrificar el tiempo y las neuronas que su obra espléndida merece, en batallar por la obra, no siempre espléndida, de los demás. También lo he visto desechar poemas que ya quisiera para mí; tachar injustamente líneas primorosas, como aquel verso de ineditez perenne: «Muchachita mía, son las seis de la tarde, y estoy cruzando sobre un río».
Yo he escuchado a Alpidio Alonso, del otro lado de la línea telefónica, confiar pecados, rumiar dolores, esbozar esperanzas, entregarse sin límite al don de la amistad.
También le he oído su risa socarrona, sus gratas ironías.
—Alpi —le dije un día—, ¿a qué no me adivinas por qué me enamoré de la jebita que ahora tengo?
—Ante todo, seguro —me respondió al instante— porque es muy revolucionaria.
¡Óiganlo, qué villano, cómo me desarmó!
Pero, mirado más en serio, creo que, de algún modo, el amor siempre es revolucionario, como él.
Un día esas palabras antimágicas que suenan así como «política de cuadros», amenazaron con arrancarlo de esta ciudad. Recuerdo nuestro pavor de aquellos días, resumido en la frase del trovador Diego Gutiérrez:
—Alpidio, le tengo miedo a ese momento en que te metan en el cuartico y te hablen de la Patria.
Siempre lo hemos sabido: cuando a Alpidio le hablan de la Patria, él sin falta responde: «¡Al combate, valientes, corred!».
Así que se nos fue, pero ahora regresa por unos días o por unos minutos irradiantes.
Y por fin alguien se ha percatado de que merece algún elogio público. No de esos que funcionan como anticipo de la muerte, sino más bien una sincera bienvenida a esta provincia donde se le debe tanto, un te queremos lo mismo que veinte años atrás.
Pero no voy a repetir lo que ya he escrito sobre su alta obra poética. No voy a recordar lo mucho que significó para los jóvenes artistas villaclareños de 1995 verlo asumir la presidencia de la Asociación: la permanente lección de rigor, de profesionalismo y de pasión que recibimos de él. Prefiero dar testimonio de una amistad profunda y nada complaciente. Es que, desde una tarde de 1988 en que me presentaron a «un decimista de Yaguajay», no recuerdo ningún amigo con quien haya discutido tanto, y al mismo tiempo haya querido más. Fuera de nuestro amor a Cuba, no ha habido tema en el que estemos plenamente de acuerdo. Y ya se sabe lo que le espera a quien disienta de alguien que puede pasar horas en debatir un adjetivo, un adverbio, una sílaba, una coma que le parezcan fuera de lugar. Alpidio es todo intransigencia: jamás puede permanecer callado, jamás discrepa en monólogo interior. Él no sabe las veces que me le aparecí con una idea contraria a lo que pensaba yo realmente, tan solo para que se explayara en aportar y ordenar los argumentos que me servirían después.
Desde que esas palabras antimágicas que suenan así como «política de cuadros» se lo robaron a Villa Clara, casi no tengo con quien discutir.
Pero lo siento mucho: no me interesa pronunciar el ditirambo sobre sus méritos como artista, como promotor, como salvador de Sed de Belleza Editores y tantos otros proyectos que necesitaban ser mirados desde la valentía y la sensibilidad.
Solo diré que he visto a Alpidio Alonso cabecear frente a la pantalla, ante una película que finge ver por cuarta vez, solo porque el vecino visitante no tenía televisor. Que he visto a Alpidio Alonso dar de comer con la mano que luego morderán; rabiar de dignidad ante una cana- llada de las tantas que ruedan por Internet; lanzarse de cuerpo entero a la candela frente a bestiales actos de censura; sonreír como un niño cuando le sale un buen poema de amor. También lo he visto, en Panamá, gastar los últimos billetes de una magra dieta en la pelota y el guante para el niño.
Cuentan que Alpidio Alonso fue el único vecino del reparto que apareció, machete en mano, en una horrible noche de Santa Clara, ante los gritos de una muchacha a quien intentaban violar.
Desde entonces lo supe para siempre: nuestra Patria contempla orgullosa a hombres como Alpidio Alonso Grau. Hombres que gritan: «¡Al combate, valientes, corred!» con la misma pasión, entereza y pureza guajira con que un día escribieron: «Muchachita mía, son las seis de la tarde, y estoy cruzando sobre un río».
Texto de Yamil Díaz Gómez. Pertenece a su libro «Compañeros poetas», de Ediciones Matanzas, colección Los Molinos, en prensa. Las viñetas son de Sigfredo Ariel.
selección de poemas de alpidio alonso grau
LIBRO DEL VIENTO
Libro del viento
en tus páginas se espesa el pájaro
El pájaro apoyado en la nada
Libro del viento: escalera de sangre
Quien oye del pájaro el grito
huye del árbol rojo
Del árbol rojo
sube a la nada el pájaro
por una escalera de sangre.
MONÓLOGO DE NADIE
Mi Reino está en ninguna parte
Tal vez allí una mujer me espera
Cierto que puedo ser diestro con la palabra y con el arco
y que clavé una estaca en el maligno ojo de El Gigante
Mas sigo siendo Nadie
Como cualquier mortal soy vulnerable a la música encantada
y en más de una ocasión
pedí que me amarraran a los mástiles y taparan con cera mis oídos
Guardo una cicatriz y un secreto
Acaso el porquerizo me conoce.
SONETOS DEL HACEDOR
«La estrella es la estrella
pero el guijarro es mío»
Dulce María Loynaz
Menos mío el guijarro que la estrella
aunque humillarme pueda con su lumbre
inasible en su trono de alta cumbre
que … siendo mía … es mía y es aquella
Menos mío el guijarro cuando sella
mi ambición con su polvo en la costumbre
Una pobre nostalgia el pobre herrumbre
que al alma no pregunta ni destella
Tocado … desearlo sería en vano:
lo que al tacto una vez rindió su orilla
pronto estuvo a perderse por cercano
Más que el polvo … la luz es de mi mano
Ganada fue por mí la maravilla
de quien … por huella … nos dejó su arcano.
LA HEREDAD
«Donde él no está»
R. F. R.
Nos dejó sus preguntas
su mirada de santo
su perfil de mortal crucificado
Junto a su respiración cortada
nos dejó una doctrina del amor
que a cada despertar somete a prueba
palabras que no son El Evangelio
Para los que vendrán
nos dejó su fantasma
sonámbulo pertinaz con un ramo de estrellas
braceando entre las sombras
NOS DEJÓ SU DIFÍCIL MANERA DE MORIR
Sin saberlo
nos dejó su resurrección
su forma de ser Dios en los tiempos que corren
y
por si fuera poco
nos dejó la vigilia
hecha
según él
de sueños imposibles
Se atrevió a decir: siempre
Prefirió ser nosotros.
TONADA
Y la muerte … en qué consiste
Cuál su rama … cuál su vera
Dónde … callada … me espera
por quién clama … por qué insiste
Bien puedo ser el que … triste
le suplica un ademán
de cortesía a su afán
insolente … pero no
Me niego: soy quien mordió
despedazado … su imán
Si algo me anima a lo hermoso
es la tristeza … es el fin
Y tampoco … En el confín
de su entraña sin reposo
crece un halo escandaloso
irremediable en su faz
que no quiero de su paz
nada que me comprometa
Bien sé su alfil … su saeta
sé su flor … sé su compás.
Alpidio Alonso Grau (1963). Es poeta, editor y Ministro de Cultura de #Cuba. Fue vicepresidente primero de la Asociación de Escritores de la Uneac y Presidente de la Asociación Hermanos Sáiz.
Fundó la revista de arte y literatura Dédalo. Dirigió igualmente la Editorial Sed de Belleza. Ha participado en numerosos eventos nacionales e internacionales dentro y fuera de Cuba. Varios poemas suyos han sido musicalizados por trovadores cubanos. Ha publicado los libros de poemas: La casa como un árbol, 1995; Alucinaciones en el jardín de Ana, 1995; El árbol en los ojos, 1998; Ciudades del viento, Premio Calendario, 1999, 2000; y Tardos soles que miro, 2007.
En palabras de Virgilio López Lemus: “Con un lenguaje ajeno a los vanos artificios, Alpidio Alonso se aproxima con absoluta certeza a las regiones poéticas más puras. Discurso íntimo, pero también abarcador y donde el amor tampoco falta (…)